jueves, 28 de noviembre de 2013

Un gran rastreador

Un pequeño haz de luz se colaba entre las hojas del árbol bajo el que habían pasado la noche, y daba justo en la cara de Timmy.  Se incorporó y comprobó que había sido el primero en despertarse. Como cualquier niño de siete años recién cumplidos, tenía una energía y unas ganas tremendas de tener aventuras, pero le daba miedo irse solo, con lo que empezó a hacer ruido para tratar de despertar a los demás. El primero en reaccionar fue Bobby, un cachorro de Golden Retriever de color canela y de cinco meses que sus padres le habían regalado por su cumpleaños.

-¡Buenos días campeón! –le dijo a Bobby.

El cachorro se abalanzó sobre él y empezó a lamerle la cara, sin que Timmy pudiese hacer nada por evitarlo, pues era más rápido que él. ¡Además pesaba un montón y no podía quitárselo de encima!

Mientras, su amigo Pablo se había despertado, pues tal era el ruido que estaban montaban que hasta la persona con más sordera del mundo los podría haber oído.

-¡Pero mira que sois escandalosos! –les dijo Pablo—. ¡No hay quien  duerma con vosotros al lado!
-¡Quítamelo de encima, que me está dejando la cara toda babeada! –respondió Timmy, sin hacer caso a la reprimenda de su amigo.

Entre los dos, consiguieron apartar al perro y hacer que se estuviese quieto. Una vez restaurado el orden comenzaron a recoger sus cosas, puesto que tenían que llegar a tiempo para comer. Cuando ya tenían todo a punto, Timmy se dio cuenta de que le faltaba algo: ¡no encontraba el arco ni la flecha que había fabricado el día anterior!

-¿Dónde lo viste por última vez? –preguntó Pablo.
-¡Lo dejé aquí mismo, al lado de donde he dormido! –respondió Timmy.
-Pues no puede haber desaparecido así por así. ¡Busquemos alguna pista! –sugirió Pablo.

Tras mucho buscar por la zona, encontraron un trozo de tela blanca, y justo al lado, la flecha.

-¡Alguien ha estado aquí y me ha robado el arco y la flecha! ¡Rápido Bobby, a ver si eres capaz de dar con la pista!-.

Pusieron el trozo de tela delante del hocico del cachorro y, como un rayo, empezó a seguir un rastro. Timmy y Pablo seguían a duras penas al animal, puesto que corría más que ellos, hasta que llegaron a la orilla de un río: tenían que cruzarlo y ¡no querían mojarse los pies! Además, al pobre Bobby le daba miedo el agua, con lo que se las tuvieron que ingeniar para hacer un puente con piedras. Cuando por fin llegaron a la otra orilla estaban agotados de tanto mover piedras, pero Bobby corrió hacia el bosque y empezó a ladrar muy alterado. Los dos amigos llegaron hasta el perro, donde encontraron el arco junto con una nota que decía:

“Esta vez habéis tenido suerte, pero la próxima tenéis que estar más alerta, porque no os lo devolveré.

                                                                              Firmado: El hombre del bigote”

-¿Quién será? –preguntaron a la vez los dos amigos.

Con la alegría de haber encontrado su arco, Timmy, Pablo y Bobby retomaron el camino a casa, mientras pensaban sobre quién podría ser ese hombre. Conforme se fueron acercando a su casa, fueron notando el agradable olor a asado que estaba preparando el padre de Timmy, al que se podía ver tras la maleza.

-¡Papá, ya hemos llegado! –dijo Timmy.

El padre se dio la vuelta y entonces lo vieron: ¡se había pintado un bigote enorme en la cara! ¡Había sido su propio padre!

FIN

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